España es un país que ofrece tanto y tan variado que podríamos decir que cualquier momento es bueno para hacer una escapada a cualquier lugar. Siguiendo esta profundísima filosofía, aprovechamos unos días de descanso para "subir" al norte, ese norte que tanto nos gusta y donde tan bien se come. Pusimos nuestra base de operaciones en Burgos, una ciudad llena de historia, de arte y de cultura gastronómica, y desde la capital burgalesa nos movimos por su provincia, nos acercamos a León e hicimos una visita al País Vasco.
Burgos es miembro de la Red de Ciudades Creativas de la Gastronomía de la UNESCO, una interesante iniciativa que se creó en 2004 para promover la cooperación entre las ciudades que identifiquen la creatividad como factor estratégico de desarrollo urbano sostenible.
Una vez que elegimos el lugar donde ir, contacté con el jugador de baloncesto Deon Thompson, ex jugador de San Pablo Burgos, donde jugó una temporada y media y con quien me une una gran amistad tras su paso por Unicaja, donde estuvo dos años en los que pude darle clases de español y con quien sigo en contacto. Deon siempre me habló maravillas de Burgos, de la ciudad, de su gente, de la gastronomía... y aunque se fue de Burgos en 2019 todavía tenía memoria para sugerirme un par de sitios.
Comenzamos en La Quinta del Monje, en calle San Lorenzo, que está llena de bares de tapas y pintxos. Probamos la morcilla, claro, y las patatas bravas, aunque tienen una gran variedad donde se han hecho hueco platos de influencia japonesa, mexicana, andaluza, valenciana...
Aunque disfrutamos mucho más en le
Vermutería Victoria, uno de esos sitios que tienen un encanto especial mucho más allá de su cocina. Con una barra llena de pintxos --boquerones, bocadillitos, gildas, pulpo, rabas, miniburgers, morcilla...--, en su carta destaca el
bacalao en tempura y la
carrillera escabechada, con cebolla, patata y cobertura de reducción de vermut.
Pero lo que hace especial a este local, de trato cercano, ambiente familiar y lleno de dinamismo, donde se respira alegría y ganas de pasarlo bien, es que todos los días a las 22:00, bajan las luces, suena la música y, todos en pie y vermú en mano, cantan el himno de Burgos que, para los foráneos, está escrito en la pizarra central del local. Toda una experiencia que te ayuda a conectar con la ciudad y su gente y que, todo sea dicho, te anima a pedir otro vermú...