Tras un breve audivisual sobre la historia de las bodegas se pasa a la parte del hotel spa, el famoso edificio de Frank Gehry. Según nos contaron en el diseño el arquitecto canadiense quiso transmitir dos ideas: por una parte, el edificio en su conjunto representa una vid, cepa incluida. De ahí la formas de la base y la de los aleros. Por otro lado, los aleros tienen tres materiales y tres colores, que representan la botella: el color del vino (titanio rosa), el color de la etiqueta (aluminio plateado) y el color de la famosa red que envuelve la botella (dorado).
Después de ver el edificio paseamos por los viñedos. El paisaje es realmente impresionante, con el edificio al fondo y un cielo azul que contrasta con todos los colores del edificio y del campo. Como curiosidad, nos contaron que al principio de cada hilera de vides hay plantadas unas rosas porque las rosas son mucho más sensibles a cualquier tipo de plaga o enfermedad y así se podría atajar antes de que llegara a las cepas. En esta parte nos explican que se producen 5500 kilos por hectárea y que cada cepa tiene solo tiene ocho racimos,... todo dirigido a conseguir la máxima calidad.
Posteriormente, pasamos a ver las diferentes salas y cámaras mientras se nos explican todos los procesos: selección de racimos, despalillado, selección de grano, estrujado, fermentación, remontados, extracción de hollejos, prensado, etc. Para el vino de alta gama se usa la madera de roble francés, hechos a mano y que aportan aroma y sabor; para el resto, roble americano. También nos cuentan que el tiempo que el vino permanece en las casi 4000 barricas que hay en la bodega no es un periodo pasivo sino que tres veces al año se saca el vino, se limpian las barricas y se vuelven a llenar. Y el personal de la bodega no pasa de 50 personas, llegando a 90 si se cuentan los trabajadores del hotel, las guías, etc. Impresionante.
Nos estamos acercando al corazón, a la catedral, al templo, al secreto mejor guardado, a la joya de la corona. Estamos en el lugar donde, según cuenta la leyenda, el arquitecto Frank Gehry, indeciso, terminó de decidirse por aceptar el proyecto de hacer la bodega. En la botellería encontramos una colección, privada naturalmente, con 135000 botellas de todas las añadas producidas desde finales del siglo XIX, desde 1861 concretamente.
Al final de la visita, antes de la degustación de un blanco (D.O. Rueda, Valladolid, donde se producen casi cuatro millones de botellas al año) y un tinto (D.O. Rioja, con una producción de alrededor de cinco millones de botellas anuales), cata dirigida por la guía, pasamos a la zona de embotellado y etiquetado. Allí, nos hacen caer en la cuenta de que no hemos visto ninguna botella con la etiqueta (todas están tumbadas y desnudas) y nos explican que es lo último que se hace, justo antes de preparar los envíos porque, en función del país al que se mande, la etiqueta cambia. Marqués de Riscal ha superado la centena de países donde se comercializa. Toda una experiencia altamente recomendable.