Llegamos sin reserva y nos ofrecieron la barra. Cada vez que vuelva, pediré barra, sin duda. Es un auténtico espectáculo ver trabajar a todo el equipo: la zona de tapas frías, la cocina de servicio, la coreografía de los camareros, el mimo en cada elaboración y emplatado y, algo muy de destacar: el cuidado de cada comensal, con quien se invierte todo el tiempo que es necesario, con quien se comenta cualquier tema, a quien se le explica todos los platos, al que se le hacen acertadas sugerencias, que acaba sintiéndose como en casa.
Solo un detalle que me cautivó que no había ocurrido nunca: terminando la tabla de quesos que pedimos para cerrar la comida Mónica, nuestra camarera, tomó nuestros vacíos vasos para echarnos un tercio de caña, ese "último buche" de cerveza tan necesario en cada comida. Cosas marcan la diferencia.
Vayamos con el homenaje que nos dimos: comenzamos aceptando el ofrecimiento de pan con tomate y arrancamos con unas perfectas croquetas de bogavante. Crujientes por fuera, cremosas y sabrosas por dentro.
[Pa amb tomàquet] |
[Croquetas de bogavante y algo más] |
[Boquerones al vinagre de Jerez] |
[Tataki de atún salvaje soasado y algas] |
Visto lo visto, el "arroz Cañete" del día prometía grandes sensaciones así que nos fuimos a por él con los ojos cerrados: que nos sorprendieran, que seguro que no defraudaría. Impresionante arroz marinero con langostinos y almejas, de potente sabor y excelente punto. Y para rematar, canelón de pularda rustida con bechamel de foie, igulamente cumbre.
[Arroz Cañete del día] |
[Canelón de pularda rustida con bechamel de foie] |
Las propuestas dulces eran sugerentes pero nos decantamos por una tabla de quesos --Camembert, manchego, azul y Payoyo semi-- para terminar la comida.
Mimo, cuidado y respeto al producto. El mismo que por el comensal. El resultado, una experiencia global perfecta. Absolutamente imprescindible.
Escribes a la misma altura como comes, un espectáculo leer tus crónicas...
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