jueves, 4 de mayo de 2017

Cena tradicional polaca en Stary Dom

A finales del pasado mes de abril tuve que ir a Varsovia durante un fin de semana por motivos de trabajo. Para ser más exactos, mi estancia en la capital polaca no llegó a las 24 horas. Sin embargo, no podía dejar escapar la ocasión de disfrutar de la tradicional comida polaca que ya en otros viajes al sur del país --Cracovia, Katowice-- había podido disfrutar. A la hora de hacer gastroplanes lo tuve fácil puesto que conté con la inestimable recomendación de varsovianos, a través de mi buena amiga Joanna.

El restaurante elegido para la cena fue Stary Dom, cuyo significado --Casa Antigua-- ya nos dice algo de lo que nos vamos a encontrar. Si bien no se encuentra en el centro de la ciudad --tuvimos que hacer un trayecto en taxi--, merece la pena ir en su busca (previa reserva, eso sí, si no es imposible) por la decoración, el ambiente, la atención y, por supuesto, la cocina.

[Entrada del restaurante]
[Detalle de la mesa]
[Vista de uno de los salones]
[Uno de los acogedores rincones del local]

No solo tuvimos la suerte de que nos recomendaran el restaurante sino que nos sugirieron las especialidades de la casa, corroboradas por el personal de sala, extremadamente atento, amable y servicial. Pero volvamos al restaurante: luces tenues y de tonos ocres que dan la sensación de calidez --necesaria y muy bienvenida para contrarrestar los cinco grados del exterior--, paredes de piedra vista, suelo y vigas de madera, decoración a base de grandes espejos de marcos barrocos, enormes ramos de flores rosas, grandes lámparas de techo y pequeñas coronas de flores colgadas de los apliques de luz de los pilares. Dos grandes salones con cortinas y visillos en las ventanas que le dan un toque hogareño. De fondo, de vez en cuando se arrancaban algunos señores de voces roncas ya rasgadas por el vino y el vodka cantando canciones tradicionales polacas. Todo va por buen camino, la noche promete.

[Salón principal]
[Decoración]
[Zona de reservados]
[Lámpara y flores]

La carta (puedes pedirla en inglés, además de la que en polaco está en las mesas) no es demasiado extensa --buen síntoma-- y se divide en Buffet frío, Sopas, Entrantes calientes y Platos principales. De los postres hablaremos llegado el momento… Si bien no es lo más habitual en estos países, nuestro interés por probar el mayor número de paltos posibles, nos llevó a pedir todo para compartir. Optamos por dos entrantes calientes, dos principales y dos postres para tres personas. Hay que decir que durante todo el día casi no habíamos comida, de ahí nuestra voracidad.

Para beber pedimos cerveza local, Kasztelan, que las mujeres pueden pedir con zumo. Mi amiga Joanna la pidió con zumo de frutos rojos, dándole un sabor demasiado dulzón, que me recordó al de las cervezas de sabores belgas (que tan poquita gracia me hacen). Esto me recordó mi primer viaje a Polonia, donde me contaron (y pude ver) que a las chicas les servían por defecto la cerveza en vasos más pequeños (33cl) que a los chicos (1/2 litro) salvo que la chica en cuestión especificara que quería una cerveza grande. Y las mujeres podían pedirla bien mezclada con zumo bien con un sirope —que echaban en las paredes de la jarra— que endulzaba y suavizaba el amargor de la cerveza. A un hombre no se le puedo ocurrir pedir eso… Con las bebidas, un aperitivo a base de pepinillos, diferentes panes y una salsa a base de crema agria parecida al tzaziki griego.

[Para ella]
[Para él]
[Aperitivo]

El primero de los entrantes que pedimos fue un gołąbki clásico, como lo han preparado las madres polacas durante toda la vida: es una hoja de col rellena de carne picada y arroz, guisada con salsa de tomate y tomillo fresco.

[Gołąbki]

Continuamos con una de las grandes especialidades de la casa: un excepcional tartar de carne de vacuno especiada, elaborado por el chef en la mesa y servido inmediatamente después de tu preparación. Tras picar —a cuchillo, claro— la carne finamente, le añadió cebolla blanca, pepinillos y champiñones (que le daba un interesante sabor a tierra). Junto a la yema de huevo, para aglutinar y aportar sabor, aceite de perejil, mostaza con miel y levístico (o apio de monte). Toque de pimienta negra para concluir y a la mesa. Absolutamente extraordinario tanto sabor como textura. Nos encantaron las idas y venidas de sabores en boca.


[Tartar]

Seguimos con uno de mis platos polacos predilectos: los pierogi —un tipo de pasta que recuerda los ravioli que se puede rellenar de carne, de queso… y se acompañan on alguna salsa—. Ejecución perfecta: pasta casera muy fina, cierre nada grueso y elegante, relleno de carne (probablemente mezcla de ternera y cerdo) de gran calidad y muy compacto y sin salsa, solo con cebolla frita y cebollino.

[Pierogi]

El plato fuerte fue  golonka, es decir, codillo de cerdo al horno con un toque de miel. Piel crujiente, carne tierna y jugosa, que se separaba del hueso a poco que hicieras presión con el tenedor, presentado en una tabla de madera sobre una cama de col fermentada y espaciada (muy, muy próximo al bigos) Y acompañado de chrzan, una salsa picante, muy picante, a base de nata y algún tipo de raíz de la familia del jengibre que, aplicada con moderación (sé por qué insisto en lo de la moderación) a la tajada de carne con col es una combinación excelente. El picor de la salsa recuerda mucho al del wasabi japonés.

[Golonka]

Al entrar al restaurante te encuentras con una espectacular mesa y dos vitrinas de tartas absolutamente irresistible. Es una suerte de amenaza, de advertencia, que le dice al recién llegado: ojo, ya sabes que estamos aquí, no podrás resistirte a probarnos… y, claro, no nos olvidamos de hacerlo (a pesar de que los platos no son precisamente ligeros). Totalmente imprescindible es la tarta de merengue con crema de pistachos. El merengue no es un dulce que se coma especialmente en Polonia pero este restaurante está especializado en ellos. De hecho, pasan por ser los mejores de la ciudad. El otro postre que tomamos fue tarta de queso, en nada parecida a la americana ni a la que comemos en España. Un queso mucho más ligero y frutos en el relleno. Buena pero nada extraordinario. Con total seguridad, lo que menos nos gustó. Para los postres, un chupito de wisniowka, un digestivo de cereza muy rico (y necesario tras tan copiosa cena).

[Mesa de postres]
[Tarta de merengue y crema de pistacho]
[Tarta de merengue y crema de pistacho]
[Tarta de queso]

Pero todavía quedaba una sorpresa final. Tras pagar, mientras recogíamos los abrigos y tomábamos conciencia de que debíamos salir de nuevo al frío, nos entregaron una bolsa con una cajita con otros dulces, regalo de la casa para que probáramos otras de sus especialidades: un éclair de almendras y un trozo de tarta de chocolate negro con relleno de chocolate con leche y fresas.

[Éclair de almendras]
[Tarta de chocolate y fresa]

Stary Dom es un restaurant absolutamente recomendable donde la cocina tradicional polaca es la protagonista (golabki, pierogi, golonka, chrzan), sin negar la influencia de la cocina francesa clásica (tartare, merengue, éclair). Gran ejecución, excelente atención de todo el personal (recepción, camareros, chef) —que respondieron todas nuestra consultas amablemente y nos hicieron acertadas sugerencias—.y un ambiente acogedor y casero.

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