sábado, 10 de agosto de 2019

Recorremos la Ciudad Blanca de la mano de Kraken

Unai López de Ayala, más conocido como Kraken, es el protagonista de la trilogía de la Ciudad Blanca --El silencio de la Ciudad Blanca, Los ritos del agua y Los señores del tiempo--. En estas tres novelas negras, este inspector de la División de Investigación Criminal de Vitoria especializado en la realización de perfiles de criminales, resuelve junto a su compañera Estíbaliz Ruiz de Gauna, su jefa Blanca Díaz de Salvatierra y otros colaboradores varios casos de asesinatos en serie.

Pero más allá de las complejas tramas, a través de las que vamos conociendo la ciudad de Vitoria y su hitsoria, Eva García Sáenz de Urturi, la autora, le da a Unai un poder que nos interesa mucho y es que, si estamos atentos, nos hace un recorrido por la Vitoria gastronómica.


Sagartoki
Estaba disfrutando del mejor pincho de tortilla de patatas del mundo, con el huevo a medio cuajar y las patatas cocidas aunque crujientes, cuando recibí la llamada que me cambió la vida. A peor, debo aclarar. [...] Ni siquiera me despedí de la cuadrilla. Seguirían en el asador Sagartoki, en medio de aquella marea humana, y era poco probable que alguno hiciese caso de su móvil si les llamaba para comunicarles que mi día del Blusa acababa de terminar allí mismo. 
Toloño
Enseguida traspasé el umbral de la puerta de cristal del Toloño. Era un local de techos negros, con los pinchos escritos en tiza blanca sobre las paredes de pizarra. Muy popular, pero tranquilo. A mí me calmaba, era como un pequeño reducto de paz en el que solía recalar antes de llegar a casa. A veces me dejaba caer por allí, comía y volvía a mi piso con el estómago templado y el plan culinario del día resulto. Estíbaliz me esperaba sentada sobre una banqueta frente a la sinuosa barra de madera clara. --Me pedido por ti --se adelantó. Irlandés de hongos, nido de vieiras con gulas y txnagurro al horno. Con mostito. ¿Nos sentamos o de pie?
--
Le encajé un beso sonoro en la mejilla y me largué a comer al Toloño, no me apetecía cocinar ni quedarme en casa solo con mis pensamientos. 
Amairu
[La Casa del Cordón] Le debía su curioso nombre al cordón franciscano que rodeaba uno de los enormes arcos ojivales de la entrada. Era una de las fachadas más fotografiadas por los turistas, pero para mí tenía otros recuerdos más prosaicos... aquellos cucuruchos de patatas fritas con kétchup, grasientas y ardientes, que se despachaban a las dos de la madrugada en el Amairu, el bar de enfrente. Yo me sentaba en el peldaño de la pequeña puerta entre los dos arcos de la Casa del Cordón, con el cucurucho entre las manos heladas. 
[Irlandés (huevo, perretxikos y crema de hongos) de Toloño]

Zaldiaran
Estíbaliz y yo llegamos en coche a la avenida Gasteiz y por algún extraño e inusual milagro del destino, pudimos aparcar frente al edificio triangular de los Juzgados y nos dirigimos al restaurante Zaldiaran, el único de la capital que contaba con una estrella Michelin. [...] Tiene que ser apasionante trabajar con productos de kilómetro cero. --Desde luego que lo es. Trabajamos sin intermediarios con productores locales: trufa negra, patata de la Montaña Alavesa... --¿También con productores de miel? --intervino Estíbaliz, en el tono más causal que pudo. --Sí, precisamente yo me encargo de ese producto en concreto --comentó, distraído--. El de las abejas es un mundo fascinante, ¿no creéis?
Goya
--Entra conmigo --le pedí, frente a la confitería Goya--. Necesito algo de azúcar para pensar mejor. Nos adentramos en uno de los locales de la pastelería con más antigüedad de Vitoria, la que había convertido en famosos sus Vasquitos y Nesquitas, bombones de chocolate cuadrados que se fabricaban desde 1886 y que la gula de nuestros abuelos había mantenido en el top de ventas de los dulces del norte desde entonces. 
PerretxiCo
Dos horas más tarde, tras esperar en silencio, Estíbaliz rompió la tregua. --Unai, voy a salir. Voy a salir porque es la una y no he comido nada en toda la mañana. Voy a entrar en el PerretxiCo y voy a tomarme un par de pinchos, ¿te traigo un bocata o algo para aguantar? De todos modos, hoy tenemos mucho que hacer.  
[Tortilla de patatas de Sagartoki]

Rincón de Luis Mari
Después de tomar unos serranitos en el Rincón de Luis Mari con mi cuñada Martina. 
Usokari
¿Estás por el centro? Tal vez podamos vernos. Yo también ando hoy con prisas, el director está que se sube por las paredes. --Nos vemos en cinco minutos en el Usokari, si te parece --me ofrecí--. Todavía no he comido. Al poco, mientras yo me terminaba mis cinco pinchos, apareció Mario y se sentó frente a mí, en la mesa más discreta del bar, la que daba a la calle del Arca.
Heladería Di Breda
Decidí acercarme a la heladería Breda, en la misma calle Dato, para terminar mi comida con un helado de mantecado. Era lo único que podía levantarme el día. 
[Patata alavesa a la importancia con bogavante de PerretxiCo]

La Riojana
Aproveché para llamar a Estíbaliz e informarle. Ella estaba cenando con su novio en La Riojana, en la Cuchi, así que quedamos en encontrarnos en la balconada de San Miguel y un par de minutos después me atreví a abrir el portal y salir a la plaza. 
El Mentirón
Desperté y bajé a desayunar un café con leche y un cruasán en el Mentirón, a los pies de la plaza.
Txapela
Comenzó a vivir aterrado, a inventar excusas para ir siempre acompañado, a no dejar salir a su mujer y a sus hijos sin él. A tomar manía a la ciudad, a sus calles, a los colegas más prósperos que lo invitaban a unos vinos por la calle Dato y a unas banderillas en el Txapela, por muy bien que oliesen las rabas los domingos después de ir a misa a la parroquia de San Mateo.
[Vasquitos y nesquitas de Confituras Goya]

Deportivo Alavés 
--Hoy me he tomado el día libre en el despacho, he quedado a almorzar con Martina en el Deportivo Alavés unas tortillas manchadas, me apetecía mantener la tradición.
Saburdi
Unai y yo íbamos a tomar unos pinchos en el Saburdi, no sé si querrá acompañarnos. 
La Malquerida
Fue una mala elección. Estaba abarrotada como todo el centro aquel día. La Malquerida y los demás bares que jalonaban los portales del casco antiguo rebosaban vitorianos y me costó más de un cuarto de hora llegar a la plaza de la Burullería, el patio trasero de la catedral donde había quedado con Estíbaliz. 
[Foei a la plancha, confitura de mango y frutos rojos
y almendras laminadas de La Malquerida]

No nos queda más que agradecer a la autora que haya querido incluir en las páginas de su obra esta guía gastronómica de su ciudad y, por supuesto, hacer otra gastroescapada a la capital alavesa para, libro en mano, recorrer estos locales disfrutando de la cocina vitoriana.

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