lunes, 27 de agosto de 2018

El triunvirato dulce de Barcelona: Escribá, Roca, Balaguer

Barcelona es una ciudad fascinante en múltiples sentidos y, por supuesto, entre ellos, el gastronómico. Muchos apellidos ilustres están presentes en la Ciudad Condal: Adrià, Cruz, Torres, Ruscalleda, Balam, Jubany... y por supuesto, el triunvirato que eleva el dulce a su máxima expresión: Escribá, Roca y Balaguer.

He pasado unos días en Barcelona con dos amigas y comentábamos la sinrazón de pagar siete euros por una horchata, cinco cincuenta por un helado industrial o dos setenta y cinco por algo de bollería industrial cuando tan cerca tenemos estos templos del dulce, el helado y el chocolate y --comprobado en primera persona--, a un precio más económico que los anteriores y, huelga decirlo, con una calidad absolutamente incomparable. Si vas a Barcelona, esfuérzate un poco en encontrar estos lugares, nos lo agradecerás.

Las Ramblas de Escribá
Comenzamos nuestra ruta por el emblemático Escribá, en el que Christian --hijo del gran Antoni Escribá-- sigue creando esa pastelería espectáculo que siempre ha caracterizado a esta casa con la elaboración de tartas imposibles, muchas de las cuales se pueden ver en las fotografías del interior del local.


Una mesita en el callejón es un oasis en el ajetreado ir y venir de las Ramblas. Un chocolate, un café, una horchata o un té acompañado de uno de los famosos gofres Escribá, algo de bollería o algunos de los artísticos pasteles. Yo confieso mi predilección por el Llavi, unos labios de ligera --casi etérea-- de chocolate blanco y vainilla, recubierto por una delicada capa de frutos rojos.

[Llavi]
[Gofre Escribá]

Rocambolesc: helados, polos y panets
Desde hace un par de años, la magia de Las Ramblas ha aumentado gracias a la apertura, junto al mismísimo Liceu, de Rocambolesc, la heladería de Jordi Roca y Ale Rivas. Es una heladería diferente con cierto aire circense.


Tenemos tres opciones: helado --en cucurucho o en tarrina--, polo o panet. Nuestro consejo, si quieres un helado, es dejarte aconsejar por las sugerencias de combinación de los sabores y los toppings. Los polos son espectaculares, en forma y fondo: probamos el Rocanos --de fresa con agua de azahar con la forma de la nariz del propio Jordi Roca--, delicioso. Y, por último, el panet, un brioche relleno de helado que se sella al calor de una máquina creada a tal efecto, dando como resultado una especia de doriyaki, suavísimo, donde el frío del helado contrasta con lo caliente de la masa.

[Helado]
[Rocanos]
[Máquina de panet]
[Panet de helado de manzana asada]

Oriol Balaguer, el rey del chocolate
Pasteles, helados, postres, bollería, panes, gofres, crepes, churros pero, sobre todo, chocolate. Chocolate a la taza, tabletas, bombones... Oriol Balaguer es uno de los grandes maestros chocolateros del mundo y reciente Premio Nacional Chef Pastelero 2018 de la Academia Internacional de Gastronomía. El mejor croissant de España (2014) o el mejor panettone artesano de España (2017) también llevan su firma.



La chocolatería es preciosa: elegante y acogedora al mismo tiempo. Es viernes por la mañana y solo un par de mesas ocupadas. El desayuno nos espera: zumo de fresa, café con leche, chocolate a la taza y un par de croissants --puro deleite--, unos churros --muy personales, con una masa muy suave y azucarados-- y un gofre con crema artesana de chocolate. No es mala forma de comenzar el día, ¿no?

[Croissants]
[Churros]
[Gofre]

lunes, 20 de agosto de 2018

Verum, el asador de verdad

Verdad, mucha verdad hay en el Asador Verum, localizado en el Cerrado de Calderón. Producto de verdad, cocina de verdad. Carnes castellanas de las mejores razas --entre las que el cordero lechal de Aranda y el cochinillo de Segovia brillan con luz propia--, elaboradas en el único horno tradicional castellanoleonés de Málaga, alimentado con leña de encina; las mejores partes del atún rojo salvaje de almadraba; una gran selección de verduras de la más alta calidad y llenas de sabor. Verum es verdad.

[Asador Verum]

Una carta amplia y variada, en la que se conjugan tradición y creatividad para dar como resultado una propuesta gastronómica coherente y equilibrada, donde se reconoce el nivel de la materia prima, el trabajo de la cocina y la pasión de todo el equipo. En un ambiente cuidadosamente acogedor, el atento equipo de sala hace todo lo posible para que vivamos una experiencia llena de verdad.

[Torreznos]

Al centro
En las diferentes ocasiones que hemos estado en Verum hemos optado por compartir los platos, puesto que la carta era tan sugerente que queríamos aprovechar para probar cuantos más platos, mejor.

Muy buena la ensaladilla rusa Verum, con sombrero de mahonesa casera, huevo, AOVE y gamba blanca de la bahía de Málaga y brillantes las croquetas cremosas del chef, receta tradicional castellana con cecina: verdaderamente suaves por dentro y crujientes por fuera, como mandan los cánones.

[Ensaladilla rusa Verum]
[Croquetas cremosas del chef]

De la huerta
La ensalada de cogollos de Tudela con ventresca de atún del Cantábrico y vinagreta de tomate es excepcional y, qué decir del carpaccio de tomate Huevo de Toro con copos de ajitos y trazos de AOVE.

[Cogollos de Tudela con ventresca de atún del Cantábrico
y vinagreta de tomate]

En ambos casos, destacan los sabores de las verduras, auténticos protagonistas. Los aliños potencian los sabores naturales, no los enmascaran.

[Carpaccio de tomate Huevo de Toro
con copos de ajitos y trazos de AOVE]


Clásico renovado
El revuelto es un clásico en los asadores y restaurantes más tradicionales. En Verum no falta pero le dan un giro que lo eleva a lo sublime: revuelto de langostinos, boletus confitado, trufa y foie, gratinado con salsa holandesa reducida con vino espumoso de Málaga. Se suceden las elaboraciones en los ingredientes hasta que se fusionan en un plato de sabor intenso, de gran cremosidad y lleno de matices.

[Revuelto de langostinos, boletus confitado,
trufa y foie, gratinado con salsa holandesa
reducida con vino espumoso de Málaga]

Platos contemporáneos
También tienen cabida en la propuesta de Verum algunos platos muy en sintonía con las tendencias gastronómicas actuales: el cubo de foie con manzana caramelzada, queso de cabra y mermelada de mango es un clásico moderno.

[Cubo de foie con manzana caramelzada,
queso de cabra y mermelada de mango]

Por otro lado, el tiradito de bacalao es un ejemplo de la cocina fusión, de cómo se ha globalizado la cocina... Pescado con anzuelo y desalado con un 2.5 en punto de sal y aderezado con jugo de frutas tropicales, al estilo de la bahía de El Nido-Palawan (Filipinas). La fina textura del pescado, el crujiente de la cebolla y la mezcla del picante y el dulce de los aliños, hacen de cada bocado un deleite.

[Tiradito de bacalao]

Carnes
Las carnes son perfectas. No hay mucho más que decir, sinceramente. El cordero lechal, procedente de ovejas churras, de la Ribera del Duero, es excelente: tierno y de piel crujiente. La pluma ibérica, jugosa, sabrosa y tierna, es igualmente excelente.

[Cordero lechal]

La carta es brillante porque está llena de información sobre las razas de las carnes, sobre los cortes del atún, sobre los puntos de la carne o sobre el horno de leña, que ayudan a comprender y a vivir la experiencia de modo más intenso. Todo un acierto, a nuestro juicio.

[Pluma iberica]

Dulce fin de fiesta
Siempre hay un hueco para el postre, y compartimos la tarta de manzana templada con helado de vainilla --suave y elegante-- y la explosión de chocolate --coulant casero con helado de vainilla y lágrimas de frambuesa--. Merece la pena esperar los 10-15 minutos que indican en carta para su elaboración.

[Tarta de manzana]
[Explosión de chocolate]

lunes, 13 de agosto de 2018

Gastrorrecuerdos de Semana Santa

Una parte esencial de la experiencia gastronómica la constituye los recuerdos. Cada uno tiene los suyos, que son únicos e intransferibles, y que a lo largo de los años han ido configurando sus gustos, sus preferencias, su paladar mental, el acercamiento o alejamiento de un sabor o una textura al concepto de "casero".

Por otro lado, las vivencias de Semana Santa --para quienes esta celebración sea parte importante en su vida, como es mi caso-- configuran a la persona, lo dotan de identidad, lo anclan a su familia y a su ciudad. Los colores, los olores, los sonidos, los momentos de espera, la ilusión, los nervios... y, por supuesto, también hay sabores y otras experiencias gastronómicas ligadas a la Semana Mayor que me vais a permitir que comparta con vosotros, sin orden cronológico ni de ningún tipo, solo siguiendo el dictado de la memoria.

Viernes, vigilia
Lo primero que me viene a la mente es esa tradición que siempre se ha seguido en casa de no comer carne los viernes de Cuaresma y Semana Santa. Recuerdo vivirla entre la resignación y el enfado, entre la aceptación y el antojo... hasta el día que escuché a mi padre decir una de sus célebres afirmaciones: "con lo que me gusta el pescado, estoy loco por que lleguen los días de vigilia". Bendito sacrificio: pescadillas que se muerden la cola, bacalaíllas fritas, boquerones en vinagre...

¿Esparto o mochila?
Como cada Lunes Santo, los primos y tíos nos reunimos en casa de mi abuela Carmen, en la céntrica calle Ángel, a escasos metros de la Parroquia de los Santos Mártires, desde donde saldrá la Pasión, cofradía a la que pertenecemos y en la que salimos cada año. María José, Salva, Esperanza y yo nos vestimos con la túnica, nos ayudamos a ponernos el esparto, nos remangamos bien los pantalones para que no se vean por debajo de la túnica... ah, pero antes, vamos a comprar algunas chucherías para el camino. Tenemos ocho o nueve años. Compramos algunas gominolas, tal vez algún que otro chicle de menta... y una tableta de chocolate finito. Todo, al esparto, bien sujeto entre esparto y barriga.


Son las cuatro, ¡vámonos! Cargados de ilusión, no exentos de nervios, colocándonos y recolocándonos los guantes, la túnica, el esparto, la medalla, el capirote... Tras las indicaciones de los mayordomos, se forma la procesión, se abren las puertas y enfilamos calle Santa Lucía en dirección a la catedral. Llevamos una hora escasa de recorrido, estamos en la Plaza del Siglo, y me apetece un caramelo. Aguanto el bastón con la otra mano y busco en el esparto un caramelo o un chicle... cuando saco la mano, el guante está marrón... ¿qué es esto, qué ha pasado? ¿Es sangre? Ooops... el chocolate. Creo que es una de las historias que más veces se ha contado en mi familia... y las que quedan.

La estación penitencial en la Catedral era una especia de recreo para los niños de la procesión. Era el momento de la merienda: mi madre y mis tías nos sacaban del cortejo, nos sentaban un momento en un escalón y nos daban un zumo de piña y un cortadillo de cidra. No era mi dulce preferido pero, creedme, sabía a gloria.


Enseres de papel de aluminio
Hasta la primera adolescencia, en que empecé a ver las procesiones con mi tío José María --con quien sigo compartiendo horas y horas cada Semana Santa por las calles de Málaga hasta la pura extenuación--, era con mis padres con quien veía las procesiones en las sillas de calle Larios. Horas sentado en unas incomodísimas sillas de madera que sobrellevábamos con pipas, refrescos y el bocadillo de la cena. Pero el momento mágico, también compartido con mi prima Esperanza, llegaba cuando mi padre, con el papel de aluminio de nuestros bocatas, se dedicaba a hacer con la perfección que le caracterizaba para todo, bocinas, mazas, estandartes, bastones, campanas, en uno de los primeros ejercicios de reciclaje jamás visto. Era absolutamente hipnótico ver sus dedos dando forma a los arrugados trozos de papel Albal hasta que reconocíamos las formas de los enseres.

Adiós, cielo de la boca
La primera vez que los cuatro primos nos fuimos con mi tío José María a ver las procesiones, "abandonando" a nuestros padres en las sillas, fue un Domingo de Ramos. Empezamos, como es natural, viendo la salida de la Pollinica y luego seguimos viendo otras salidas, andando a ritmo alto para no perdernos nada. Mi tío, probablemente obligado por ir con cuatro niños, propuso parar para comer (hoy en día, que ya pinto yo casi tantas canas como él, la comida es algo absolutamente secundario y "se come cuando se puede, si es que se puede", siendo nuestra hora habitual del almuerzo del Domingo de Ramos las 19:30, hora a la que llegamos vivos gracias a los churros de Casa Aranda que nos comemos tras la salida de Lágrimas y Favores). Perdón, estaba en la parada para comer de aquel Domingo de Ramos. Cansados y hambrientos, entramos en una pizzería. ¡Rápido, no tenemos mucho tiempo, que sale la Salutación! ¡Pizzas cuatro quesos para todos! Aparentemente no pasó nada, todos nos comimos nuestra pizza y salimos corriendo para San Felipe a ver la Salutación. Con el paso de los años, acabamos todos por confesar que en el primer bocado de la pizza, los quesos fundidos se pegaron a nuestros respectivos cielos de la boca provocando una quemadura y un dolor del que nadie se quejó, que todos superamos con estoicismo y una bien disimulada lagrimita... no había tiempo de quejarse... ni de soplar... que salía la Salutación.

¡Al rico coqui!
Nos vamos más atrás en el tiempo. Estamos en calle Granada, en las sillas con mi abuela Carmen. De nuevo, los cuatro primos. Hablamos, pedimos cera a los nazarenos, les damos la mano. Cuando tenemos un arrebato de levantarnos de la silla por algún juego, la abuela nos dice que nos sentemos... y ahí no hay negociación posible. De fondo se escucha: "¡Al rico coqui!" y, a lo lejos, se divisa esa gran bandeja agujereada en la que se clavan los coquis, esa especia de cono con merengue de fresa que, seamos honestos, ni está bueno, ni casi sabe a nada... pero que todo niño quiere. Nos volvemos a la abuela que, antes de que digamos nada, ya busca en el monedero para comprarles los coquis a los nietos.


Limones cascarúos
Vinieron unos amigos de Madrid a conocer la Semana Santa de Málaga. Me tocó hacer de cicerone y, con sumo gusto, me dediqué a la labor: salidas, encierros, traslados, cambios de guardia... y, claro, torrijas de Aparicio o de la desaparecida Anglada. Y, por supuesto, mis amigos tenían que probar los limones cascarúos. "¿Cuántos somos, diez? ¡Póngame dos limones!" Adivinad quién acabó comiéndose los dos limones y con los dientes rozando el asfalto... Muy bien, habéis acertado.


Al llegar a casa, arroz con leche
Otra gastrotradicón, otro gastrorrecuerdo de la Semana Santa está asociada al arroz con leche. Mi madre hacía una gran fuente de arroz con leche un día de la Semana Santa, que dejábamos en el frigorífico por la tarde y de la que dábamos cuenta al volver bien entrada la madrugada, tras ver las procesiones. Mi madre comía un poco pero mi padre y yo, con sendas cucharillas, íbamos despacito, suave, suavecito, poquito a poquito...  hasta que nos la cargábamos por completo. Recuerdo que mi padre me decía: "come más, que hay que emparejarlo..." La marca de las cucharillas no se podía notar, teníamos que dejar el corte bien recto, pero no había manera: "¡Empareja por ahí, que yo emparejo por este lado!".

domingo, 5 de agosto de 2018

Gastroasuntos, año III

Miércoles, 5 de agosto de 2015: nacía Gastroasuntos con una entrada que titulé Declaración de amor por Donostia. Hoy es domingo 5 agosto de 2018, han pasado tres años desde entonces y esto sigue en pie. ¡Celebrémoslo, pues!

Este espacio solo tenía una pretensión que se mantiene intacta: contar las buenas experiencias --única y exclusivamente las buenas (y las excelentes, las únicas y las inolvidables)-- que vivo alrededor de una mesa (de las malas que hablen otros) y escribir sobre cualquier cosa que pueda tocar de algún modo la res gastronomicae: recuerdos, curiosidades, lecturas...

[Canalla Bistró, Valencia]

Poco a poco han ido pasando restaurantes, tabernas, heladerías, mercados, gastrobares, cafés... y he ido conociendo, en este camino, a gente maravillosa que han hecho aún más rica esta experiencia bloguera. Y poco a poco, mis amigos me han ido llamando para preguntarme dónde ir a comer para celebrar un aniversario de bodas o a qué lugar llevar a sus primos que venían a Málaga. Y poco a poco me han ido contando propietarios y chefs de estos restaurantes que "viene mucha gente diciendo que habían sabido de nosotros por Gastroasuntos". No me digáis que esta aventura no merece la pena.

[Cabecera del tercer aniversario para la página de Facebook]

Agradecimientos
No podía desaprovechar este post para dar las gracias, muchas gracias, a todos los que me ayudan y me animan con este blog: a mis colaboradores que me ayudan a llegar donde yo no llego y no dudan en compartir sus experiencias en este espacio; a los chefs (a los que tanto admiro) que tan amablemente han recibido siempre mis textos, han compartido mis publicaciones dándole eco y repercusión; al personal de sala de tantos restaurantes que se esfuerzan por hacer que la experiencia sea única; a los que se fían de lo que cuento y acuden a los restaurantes sobre los que escribo, siempre desde el cariño y el respeto, sin pretender ser nadie ni sentar cátedra; a los que me mandan un mensaje descubriéndome nuevos lugares a los que ir (para contarlo); a los que comparten mesa conmigo y tienen la paciencia de no meter el tenedor o la cuchara en el plato hasta que haga "la foto para el blog"; a todo el que se pasa por este blog ocasional o habitualmente, para leer lo que me da por escribir.

[Palodú Gastrobar, Málaga]

El blog en números
Una tendencia muy habitual de los blogueros, en fechas señaladas, es cuantificar todo lo realizado. Sí, lo confieso, puede que un vulgar gesto de autocomplacencia pero, creedme, es necesario echar la vista atrás y ver con fríos datos el camino andado. Aquí tenéis nuestro balance, del que estamos muy orgullosos:

[El Celler de Can Roca, Gerona]



El futuro
Un aniversario, un cumpleaños, es momento para hacer balance pero también para mirar al futuro e ilusionarse con lo que está por llegar. Por supuesto, habrá más restaurantes, más bares, más experiencias, que es la razón de ser de Gastroasuntos. Y también, más viajes: gastroescapadas, rutas gastronómicas y viajes más largos, que ya andamos planeando. Más entrevistas (alguna de inminente publicación que nos hace especial ilusión), más gastroletras, más gastroescenas y más obras de arte para nuestra galería Gastroarte.

[Ametsa, Londres]

Y, sobre todo, muchas más comidas y cenas compartidas con amigos y familiares, verdadero alimento del ser humano.