jueves, 14 de marzo de 2024

Gstroletras de Lorenzo G. Acebedo

La taberna de Silos, novela de Lorenzo G. Acebedo (seudónimo), es una entretenida novela cuyo protagonista es, nada más y nada menos, que Gonzalo de Berceo. Recuerda, ciertamente, a El nombre de la Rosa, pero en esta obra hay otro protagonista que compite los crímenes y a la labor de los copistas medievales, que sirven de hilo conductor a la trama, y no es otro que el vino. Y no solo como elemento cultural o territorial, sino que tendrá un papel más que relevante en la historia. Ya desde el principio se plantea el viaje como un viaje entre dos riberas y no entre dos comarcas.

La primera parte del viaje la hice solo, atravesando la Sierra de Arandio hacia las tierras de Castilla, bajo mi sombrero de ala ancha, dejando atrás los vinos de la ribera del Oja y del Ebro, hacia los desconocidos vinos de la ribera del Duero.

[...]

El agua es mala en todas partes, pero el vino... Había tomado precauciones. El día anterior había acordado con un carretero el transporte de una carga de dos barriles quintaleños de mi mejor vino hasta Silos. Llegaría un par de días después que yo, el tiempo suficiente para decidir si le regalaba una al abad, como parecía más adecuado, o convenía más regalársela al tabernero. Nunca se sabe de dónde puede venir el negocio. La otra era para mi propio sustento. Viajo lo menos posible, pero siempre con vino. No conviene someter el cuerpo al mismo tiempo a cambios de clima y de bebida.

Múltiples son los momentos en los que se habla del buen y del mal vino. 

Tuve que soportar sin rechistar el elogio que fray Garci hizo de la bebida mientras competía con Lope en vaciar las jarras, porque sé bien lo ciego que es el hombre con sus propias obras, y no me cupo ninguna duda de que aquello solo podía elogiarlo su dueño. Yo me callé, pero el que no estaba para sutilezas era Lope. --¿Vino dilicioso? ¿Dilicioso llamas desta pócima? Pues ti digo que está más bautizado qui yo. [...] Llamo bautizado non solo vino con agua, también vino flojo. ¡Es muuuucho flojo! Yo ti puedo inseniar di hacerlo más fuerte. ¡Sencillo!, ¿eh? Me hacía gracia aquel caminante del diablo. Sobre todo porque tenía toda la razón. Se notaba en el paladar que aquel vino había cocido deprisa y mal. Por no hablar de lo más evidente: exceso de resina para evitar que se echara a perder y de paso ahorrar tiempo de secado de la madera al sol antes de hacer las cubas. Prefiero un buen vinagre a un vino cargado de resina.

Y de su significado más profundo.

El vino no solo es sangre, sino también la medida del tiempo. Si se podan las viñas, estamos en marzo; si se reparan los toneles, en agosto; si se vendimia, en septiembre, y si se pisa la uva y se elabora el vino, ya será octubre. Es tiempo, es sangre, es vida y, en estas tierras, también es la tinta con que se corroboran los acuerdos. Tinta bebida en alboroque, una celebración con que los moros les enseñaron a sellar dignamente los negocios provechosos.


 

sábado, 24 de febrero de 2024

Ugo Chan, mucho más que un restaurante japonés (y 2)

Seguimos compartiendo nuestra experiencia en Ugo Chan, con otro de los clásicos de nuestra gastronomía versionado desde la singular perspectiva de Hugo Muñoz. Nuestra versión de la ensaladilla rusa:  mayonesa de la mejor lata de atún, guisante lágrima del Maresme, papa negra canaria y sashimi de atún, como no podía ser de otra forma en una restaurante de inspiración japonesa.


Continuamos con el bikini de salmonete y sus pieles. Este sándwich o casi milhojas compuesto por las pieles fritas del salmonete y se rellena de una meunière en frío del salmonete y mayonesa cítrica, eneldo y polvo de gamba. El salmonete es un pescado de roca que se alimenta de crustáceos, de ahí la elección de este pescado para este plato y el hecho de que se remete con el polvo de gambas, que es el alimento esencial del salmonete.


El siguiente plato que se repiensa y se reelabora es un plato italiano: carbonara de enoki, trufa negra y guanciale marino. La pasta se sustituye por las setas, la salsa carbonara --yerma de huevo y parmiggiano-- se sustituye por una purrusalda, el guanciale se convierte en toto de atún y, finalmente, se culmina con trufa laminada al momento.


Uno de los grandes iconos de Ugo Chan es esta gyoza de callos a la madrileña con garbanzos fritos y su jugo reducido. Como lo presentan: nuestro plato japonés más castizo o nuestro plato castizo más japonés.


Es el momento de la fiesta de los nigiris. Nigiri de sardina parrocha con alboronía, una pieza japonesa de clara influencia malagueña; nigiri de kokocha en tempura con pilpil, togakashi y ralladura de lima, en esta ocasión se mira al País Vasco; nigiri de huevo frito y migas del pastor (de panko), papada ibérica y trufa rallada, un guiño a la cocina extremeña; y terminamos la secuencia que el homenaje a Martín Berasategui con un nigiri de foie, manzana y anguila ahumada. Homenaje a Martin Berasategui y a su mítica milhojas de anguila y foie gras, creada por el chef guipuzcoano allá por 1995.


Y cerramos nuestro omakase con el maki de carabinero tempurizado con brotes, mayonesa picante y su cabeza, donde encontramos "la mejor sopa de mariscos de la historia".


Fuera, de algún modo, del omakase, nos proponen los postres, uno de chocolate (ya sabéis que no soy demasiado fan) y otro cítrico, nuestra elección: crema inglesa de naranja, gel de mandarina y cilantro, kumquat osmotizada, sorbete de jengibre y almendras laminadas. Muy refrescante y divertido.


Con el café, a modo de mignardises, un mochi con choco krispis (recuerdo de los desayunos de la infancia del chef) y brigadeiro con korn flakes, ese delicioso postre brasileño a base de leche condensada, mantequilla y cacao.


Una experiencia inolvidable en la que la pasión de Hugo Muñoz --que se forjó, entre otros, en dos de las cocinas que son dos iconos de la fusión: la de Abraham García y la de Ricardo Sanz-- se transmite en cada bocado para hacer feliz al comensal. 

jueves, 15 de febrero de 2024

Ugo Chan, mucho más que un restaurante japonés (1)

Hugo Muñoz es Ugo Chan que, como en el famosísimo Shin Chan, se forma con chan, sufijo honorífico que se utiliza como apelativo cariñoso para niños y mascotas. De esa forma llamaba el abuelo de Hugo a su nieto y de ahí, el nombre de este restaurante verdaderamente especial. Con alma japonesa pero visión mucho más universal, Ugo Chan no es solo un restaurante japonés, ni siquiera es un restaurante de cocina fusión, sino mucho más. 


El local es muy acogedor, en maderas claras, iluminación cálida y dos barras. Curiosamente, se respira al mismo tiempo serenidad y vida. La música no falta pero no molesta. La atención exquisita, tan cercana como profesional. Abrimos boca, mientras veíamos montar algunos de los platos que acabaríamos probando, con un vermú Orlandoni, de Murcia, muy aromático, cítrico y de fondo anisado. 


Ugo Chan ofrece carta o, la opción que escogimos, el menú Omakase, que podríamos traducir como "confiar en el chef" y es práctica habitual en los restaurantes de sushi en Japón, donde el comensal se entrega ciegamente al talento, a la creatividad y al criterio del chef. Reservamos en una de las dos barras, donde, tras realizarnos varias preguntas para conocernos, saber nuestros gustos, nuestras preferencias, lo que no podíamos o no nos apetecía comer, el apetito que teníamos y otros detalles, fijaron el menú que disfruaríamos. ¡Y vaya si lo disfrutamos!

Comenzó nuestro menú omakase con un trío de aperitivos de la casa: Berenjena-Katsuobushi, ooblea de camarones y codium y chicharrón gaditano con cítricos japoneses.


A continuación, nos fuimos al Atlántico, con estas almejas de Arousa con salsa Bulhão Pato (una salsa portuguesa con ajo, jengibre, cítricos y cilantro).


El siguiente pase fueron unas lentejas caviar de Salamanca con curry japonés de torcaz, su pechuga brevemente asada, aire de coco y ralladura de lima, acompañado por una piparra de sus patitas que se presenta y se come a modo de taco sobre hoja de shisho.


Continuamos con la ensaladada de tomate relleno de tartar de toro con botarga (huevas del atún prensadas, versión italiana de nuestra mojama) y que se ralla sobre el tomate y se integra con los jugos. 


Más que acertada la recomendación del sumiller de este Ried Kellerberg Riesling Smaragd 2016 autriaco con el que acompañamos el menú, con cuerpo, notas cítricas, minerales... que nos recordó también los vinos espumosos secos.


Ya en este punto va definiéndose la propuesta de Ugo Chan: respeto al producto, encuentro de la cocina occidental y orienta con un peso muy marcado de la gastronomía japonesa y su cultura, creatividad en las versiones de los platos, sorpresa y diversión, sabor y sutileza.

lunes, 5 de febrero de 2024

Gastroletras de Mikel Santiago

El mentiroso es la primera novela de la Trilogía de Illumbe, del escritor vizcaíno Mikel Santiago. Es una de las series de novela policíaca de mayor éxito de la literatura española, género que ha crecido como la espuma en los últimos años con las obras de Juan Gómez Jurado, Dolores Redondo, Eva Sáenz de Urturi, Carmen Mola, Ibón Martín, María Oruña, César Pérez Gellida o Domingo Villar. Bien por la influencia del gran Vázquez Montalbán, bien por la propia idiosincrasia de las zonas donde se desarrollan las historias (País Vasco, Galicia, Castilla y León...) hay gran presencia de lo gastronómico en muchas de ellas.
Dolores avisó de que el almuerzo estaba listo. El comedor era una extensión de cristal con unas vistas estupendas al océano y al faro. También podía verse una parte del jardín oculta desde la carretera. La pequeña vivienda, apartada de la casa, tenía unas luces encendidas. Se había levantado algo de viento y el faro de Atxur recibía el embate de un mar muy musculoso y rugiente, pero en el interior de aquella habitación de cristal un par de estufas nos mantenían en calor. Carlos abrió una botella de Ribera del Duero y yo preparé el estómago para un envite de los buenos. Mientras comíamos como si fuésemos diez en la mesa --revuelto de hongos, croquetas de chipirón en su tinta, cazuela de almejas, bacalao al pil pil con salsa de erizo de mar, solomillo con sal gorda y tarta de queso para rematar la faena--, hablamos de mi vida en Amsterdam.

 

viernes, 26 de enero de 2024

Lúa, la tradición gallega desde una perspectiva contemporánea

Manuel Domínguez es, a pesar de su juventud, un gran conocedor de la tradición culinaria gallega. No en vano, procede de una familia de pulpeiros. Y conocer en profundidad la tradición es la única manera posible de reinventarla desde un punto de vista contemporáneo, en cuanto a tendencias, técnica, puesta en escena... sin que ello implique que se desvíe la atención del producto de calidad y de proximidad. El resultado es Lúa, en Madrid.


Reconocido con dos soles en la Guía Repsol y con una estrella Michelin desde 2016, en la última edición de la guia roja ha perdido su macaron por un cambio en el formato con el que ha optado por un doble formato: uno más informal, próximo al gastrobar, en el que se pueden compartir platos; y otro gastronómico con dos menús degustación, menú Lúa --nuestra opción en la nuestra visita-- y menú  Lúa Chea. En la planta principal, barra y sala con decoración neo rústica, en ladrillo visto y madera. En la planta baja, un salón para reservados.


El menú Lúa ('luna' en gallego) se compone de tres aperitivos, dos entrantes y dos principales --pescado y carne-- y dos pases dulces --prepostre y postre--

Aperitivos
Comenzamos con los aperitivos: crujiente de tinta de calamar, crema de queso en espuma, anchoas y anguila ahumada, un delicioso y originalísimo cappuccino de lentejas (crema de lentejas, espuma de boletus y cacao en polvo) en el que lo primero de destaca es el aroma de las setas y el cacao y donde el sabor de la crema de lentejas más casera se impone el principio para, al final, mezclar todo al ir bajando la espuma y generando un sabor más suave. Y, por último, taco de salmón glaseado con mahonesa de col y lima, un bocado con claros toques asiáticos.


Entrantes
El primer entrante llega a la mesa en partes. En el plato, zamburiñas sobre una base de manzana y apio, y huevas de piel volador, que se cubre con una crema de ají de gallina. Y se acompaña con un cartucho de camarones fritos para poner por encima al gusto a modo de picatostes. Un plato de cuchara muy rico, donde las costas gallegas y las peruanas se dan la mano.


Acompañamos el menú un par de copas de A tiro fijo, un vino Ribeiro que las bodegas Gomariz (Orense) elaboran para la casa y que combina cinco de las variedades de uva gallegas más reconocidas, a saber: teixadura, godello, albariño, loureira y gado.


El segundo aperitivo, un foie micuit, queso San Simón caramelizado sobre empanada de pera con pistachos picados, sorprende por la combinación de los crujientes y los contrastes de dulces y umamis.


Pescado
Tras los aperitivos y entrantes, el principal de pescado es un bacalao con costra de pan romescu y salsa de callos. Tal vez, por ponerle un pequeño pero, la salsa de callos era demasiado suave, le faltaba potencia e, incluso, el pique propio de los callos. Aunque claro, para gustos, los colores.


Carne
Y el último pase es el de carne: pechuga de pichón sobre crema de batata y reducción de oloroso. Punto de la carne perfecto y contrastes de unas salsas que tienden a dulces con la sal en escamas.


Pases dulces
El prepostre, menta-piña-coco, es una combinación clásica de sabores para limpiar el paladar y refrescar, pero en un formato muy elegante gracias a la combinación de técnicas y elaboraciones --aire, gelatina, crema, helado-- que le dan sutileza. 


Y de postre el gran icono de la cocina dulce gallega versionado por el chef: tarta líquida de Santiago. Sublime.


Petit fours
Una trufa de chocolate y una gominola de marcuyá para acompañar al café con el que cerramos el menú Lúa.


Ya sabemos que, con frecuencia, reconocimientos como los de la Guía Michelin, condicionan demasiado a los restaurantes. Ser responsable, tomar decisiones con criterio y ser honesto son cualidades que hay que poner en valor. Y por encima de una estrella, está la parte humana del equipo y seguir haciendo felices a los comensales. Por nuestra parte, enormemente agradecidos.