sábado, 5 de diciembre de 2020

18 manías gastronómicas. ¿Cuál es la tuya? (1/3)

El hecho gastronómico está cuajado de hábitos aprendido de pequeños, de convenciones sociales, de protocolos y etiquetas, de costumbres culturales... pero también de impulsos y sensaciones, de esas cosas que "no se deben hacer" pero que, en la intimidad de la casa, seguimos haciendo porque nos apetece y porque las disfrutamos. ¿En qué momento esas costumbres se pueden llamar manías? Supongo que cada uno tiene el umbral en un lugar... Hemos recogido dieciocho manías-costumbres-hábitos. ¿Os veis identificados en alguna(s) de ella(s)? 


Eso no lo hagas cuando comas fuera, me decían, pero... es que es tan cómodo comer así. Cortamos el filete y luego todo es pinchar y comer. ¿Lo habéis hecho o lo seguís haciendo ahora? ¿Alguno, incluso, se hace mini-bocadillos con esos trocitos? Yo recuerdo que me hacía mini-bocatas con patatas fritas o con el pollo...


Lo confieso... y lo hago (casi) sin ningún pudor. Reconozco que cuando en casa hay puchero o salmorejo, me lo como de segundo. ¡Me gustan tanto esos dos platos! De pequeño, me dejaba las patatas fritas para el final. Mis amigos recuerdan cuando, en el restaurante Óleo, en lugar de postre opté por terminar la cena con una pieza de nigiri aburi de solomillo de buey trufado. 


Café con leche y mollete con aceite de oliva y tomate. Cuando no hay mollete, pifuto. Si no hay tomate, solo aceite o mantequilla. Pero, siempre, siempre, reservo el último buche de café como broche de oro de la primera comida del día.


Es una tentación a la que es muy difícil resistirse: comprar una barra de pan recién hecha y conseguir hacer el trayecto de la panadería a la casa con esa pieza calentita sin pellizcar la punta y llevársela a la boca. Recuerdo con enorme cariño como Conchi, amiga de la familia y como una segunda madre para mí, cuando yo era pequeño y volvía del trabajo y mi madre y ella iban a la parada del autobús a recogernos y venían con la compra, me apartaba y, con un guiño, me decía: ¿Quieres "la tetilla"? Yo asentía (hambriento, como siempre) y ella me daba ese pellizquito de pan mientras mi madre le decía que no me diera nada... que íbamos a comer ya.


En un restaurante hay muchos lugares comunes. Hay quien no soporta tener que pedir la bebida primero y luego la comida porque cuando llega esta última ya no queda nada de la primera. Hay quien tiene la costumbre de, cuando el camarero pregunta la bebida, espera a ser el último para estar en sintonía con los demás, plegando su gusto a la situación social. Y hay otro perfil: el organizador. El que coordina las bebidas: ¿vamos a vino?, ¿empezamos por cerveza y luego pasamos al vino?, ¿pedimos una botella en vez de copas?, ¿vamos a blanco o a tinto?


Si no hay una persona a la que no le gusta el sushi en un grupo de amigos es que algo falla en esa amistad. Cierto es que cada vez es menos común la concepción del sushi como "pescado crudo" y que se ha popularizado este icono de la gastronomía japonesa pero no es menos verdad que se sigue escuchando eso de "vamos a aprovechar que Fulanito no viene para ir a comer sushi", ¿o no? La solución es ponerse con el pico y la pala hasta convencer a esa persona de que lo pruebe. Cuando lo haga, lo habremos ganado para la causa. 

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