Estoy amontonando los platos en la cocina y enfurruñándome, casi hasta el punto de olvidarme de silbar. A pesar de mis sentimientos negativos me dispongo a preparar el café. Sally Klee tomará una mezcla de al menos cuatro tipos distintos de grano, emulando a Balzac, cuya vida leyó en un volumen profusamente ilustrado mientras aguardaba las pruebas de su primera novela. Siempre la llamamos su primera novela. Hay que medir meticulosamente la cantidad de granos y molerlos a mano, una tarea que se adapta bien a mi físico. En secreto, sospecho que Sally Klee cree que el buen café es la esencia del arte de escribir. Fíjate en Balzac (creo que dice para sí), escribió varios miles de novelas y sus facturas de café pueden ser contempladas por sus admiradores en apacibles museos de provincias. Después de la molienda tengo que añadir un poco de sal y verter la mezcla en la plateada cavidad de una compacta cafetera de acero inoxidable que llegó por correo desde Grenoble. Mientras se calienta en el fogón, echo un vistazo a Sally Klee desde detrás de la puerta del comedor. Ha cruzado los brazos y ahora reposan en la mesa, delante de ella. Doy unos pasos en la estancia, esperando llamar su atención.
[Ian McEwan, Entre las sábanas, Anagrama] |
.... Publicado en 2008, Entre las sábanas es un libro de relatos que hablan del amor, de su exceso o de su ausencia, del deseo y de sus frustraciones, de las fantasías románticas y de las depravadas.
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