miércoles, 30 de septiembre de 2020

No están todos los que son pero sí son todos los que están

Cuando conoces a una persona que declara su amor incondicional por tu tierra no puedes más que entregarte a ella y corresponder su pasión ayudándola a descubrir sus secretos, sus rincones, sus olores, sus personajes, sus historias, sus costumbres y, por supuesto, sus sabores: los de siempre y los más novedosos. Eso fue lo que intentamos hacer hace unos días durante su visita. El tiempo es limitado por lo que no están todos los que son pero sí que son todos que están. Quedan muchos, lo sé, que dejamos para próximas --y esperemos que prontas-- visitas.

Clásicos
Podríamos hacer una diferenciación entre la gastronomía más tradicional de Málaga y la más creativa o vanguardista. En estos días no han faltado los espetos de sardinas y el pescaíto frito en Pedregalejo, el arroz con mariscos en Huelin o las zamburiñas y las navajas en Los Delfines


Y si de casas de comida con solera hablamos, cómo no disfrutar de una buena comida en La Cosmopolita, capitaneada por Dani Carnero, en la que disfrutamos de la mítica ensaladilla rusa con taquitos de jamón, del sensacional steak tartar y de la clásica tortilla con txangurro al oloroso.



Creativos
Entre los restaurantes que marcan tendencia en la Málaga gastronómica desde hace unos años dimos cuenta de las antológicas patatas bravas con espuma de kimchi y lima, de las sensacionales gambitas blancas con su jugo cítrico y ají amarillo y del pulpo con crema de algas y cristal de soja rematado por la tarta de queso Payoyo que elaboran Cristina y Diego en el restaurante Palodú.


También hicimos una visita a José Antonio en Alexso para dejarnos sorprender por el huevo frito invisible y disfrutar de todo un clásico moderno: el ajoblanco malagueño con carpaccio de gamba blanca y sorbete de mango, la tradición versionada. Y el arroz negro y el bacalao y el cochinillo...


Y, por supuesto, nos deleitamos en Óleo tras visitar la exposición del CAC donde disfrutamos de una oda a la fusión a partir de un producto local de alta calidad: ceviche de jurel malagueño sobre lima, vinagreta de jengibre, ajo y soja. Perú, Japón y Málaga en un bocado. Tras ese comienzo, un magistra tartar: fuera de carta y fuera de serie y diversas piezas de sushi de vieiras, de langostinos en tempura, de pez limón, y, claro, el nigiri aburi de solomillo trufado no puede faltar en cada visita y no faltó en esta ocasión. Rematamos con el mini babybel, su divertida versión de la tarta de queso.


Ya estoy contando los días para el próximo reencuentro: la ruta culinaria por Málaga no ha hecho más que empezar.