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domingo, 7 de julio de 2019

Gastroletras de Eduard Palomares

No cerramos en agosto es la primera novela del periodista Eduard Palomares (1980), que se enmarca en la tradición de la novela negra catalana. Por temática y por estilo, su lectura nos recuerda a autores como Vázquez Montalbán o Eduardo Mendoza que, al igual que Palomares, se esfuerzan en  describir la Barcelona que les ha tocado vivir. Y dentro de esta tradición, no puede faltar la presencia del hecho gastronómico durante toda la obra. Rescatamos un fragmento de un encuentro del protagonista con su grupo de amigos para disfrutar de unas tapas:
Justo en ese momento se acerca el señor Huang pidiendo mil disculpas como si estuviera interrumpiendo una reunión ministerial y nos entrega la carga de tapas, copia exacta de la que ideó en su día el dueño original. Incluso mantiene un platillo de trinxat de la Cerdaña que nunca nos hemos atrevido a pedir. Para no pensar, le propongo un menú degustación "porque confiamos ciegamente en su criterio".
--Pero que no falten las bravas. Ah, y otra ronda de cervezas --pide Berni.
La velada continúa y la mesa se va llenando de botellas vacías y platos que se ven despojados de su contenido apenas tocan la superficie de la mesa. Sam continúa:
--Lo jodido es que no sé cómo vamos a pagar la hipoteca, porque el paro me da para ocho o nueve meses como mucho. Y el sueldo de Marta no es nada del otro mundo. Por si fuera poco, toda esta situación está generando mal rollo entre nosotros. Incluso nos hemos planteado separarnos...
--No, hombre, Samu, tomaros las cosas con más calma. Ya verás como se van arreglando poco a poco --determino como si fuera un experto en relaciones de pareja mientras pincho una albóndiga con sepia.
--Sí, lo sé, Solo, pero ¿qué pasará si no encuentro trabajo pronto? ¿Y si Marta me deja tirado y tengo que pagar la hipoteca yo solo? Me desahuciarán... 
--Ni de coña, antes convocamos a la PAH y montamos un buen pollo --proclama Pol con una rebanada de pan de payés con tomate y fuet en la mano.
--Ya encontraremos una solución, Samu, pero no te montes demasiadas películas --aconseja Berni con un par de calamares a la romana en la boca.
--Siempre podemos irnos todos a vivir a tu piso y así compartimos gastos. Estoy harto de vivir con mis viejos --propongo en coña para diluir el mal humor.
--¡Joder, es una idea de puta madre! --exclama Berni, que ahora ataca los tacos de un queso que, según promete la carta, procede de las montañas de Ripollès.
--¡Ya te digo! --confirma Pol.
--Qué coño decís, si solo hay dos habitaciones --replica Samu con cara de susto.
--¡Pues ponemos literas!
La conversación va desvariando hasta que llega el postre: una tarta de Santiago dura y rancia. Pero como el señor Huang nos sirve unos chupitos gratis de moscatel se lo perdonamos. Con los vasos llenos, Berni pide la palabra:
--En primer lugar, gracias, Solo, por este festín, aunque podrías habernos llevado a algún restaurante con estrella Michelin con esos quinientos pavos. Se agradece el detalle de todas formas.
Levanto mi vaso como aceptación de esas bellas palabras.
[E. Palomares, No cerramos en agosto,
Libros del Asteroide]

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