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jueves, 24 de agosto de 2017

Gastrolectura: El gourmet solitario

Afirman Andoni Luis Aduriz y Daniel Innenarity en su obra Cocinar, comer, convivir que el acto de comer es un acto social y que, en la sociedad actual, cada vez hay más personas que se ven obligadas a comer solas, en casa o fuera de casa, lo que afecta al hecho de comer, de convivir, de cocinar. Absolutamente cierto pero, ¿es imposible que los solitarios puedan comer bien? A finales de los años noventa del siglo pasado, el guionista Jiro Taniguchi y el dibujante Masayuki Kusimi unen sus talentos para crear El gourmet solitario, un verdadero referente del manga gastronómico japonés que, 16 años después, se ha visto ampliado con una segunda parte: Paseos de un gourmet solitario.


En El gourmet solitario (1994), recorremos con Goro Inokashira --el protagonista-- diecinueve barrios de Tokio degustando decenas de platos populares japoneses. En el prólogo a la obra, Alberto Sakai nos define dichos platos como "gastronomía de serie B", es decir, las comidas de los puestos callejeros, los comedores de barrio, la cocina extranjera adaptada a los gustos japoneses, los restaurantes donde van a comer los trabajadores...

Capítulos breves con una breve contextualización que nos explica el porqué Goro se encuentra en esta zona de la capital japonesa --ha ido a hacer una entrega, a reunirse con un cliente, a tomar un pedido, etc.--- y que concluyen siempre en que está hambriento. Ahí comienza cada capítulo que se desarrolla en función de si el barrio les es familiar o si ha de explorarlo y, tirando de antojos y de recuerdos, se sumerge en sus aventuras gastronómicas solitarias. Y come lo que le apetece y cuanto le apetece: a menudo en exceso. He de reconocer que la estructura es un tanto monótona pero cuando entre en el establecimiento aparece la magia y se perdona la excesiva repetición del esquema de cada capítulo.


Década y media más tarde, Goro Inokashira se da otros trece Paseos de un gourmet solitario, con la misma pasión y los mismos rituales, haciendo un análisis social del Japón contemporáneo y dando un paso más al acercarse a algunas gastronomías internacionales, como la italiana o la argelina. Coincidimos con Yoko Hiramatsu, autora del epílogo, cuando dice que Goro Inokashira "nos enseña, con voz dulce, que el verdadero disfrute culinario nunca llega si nos limitamos a esperar". Y nos sugiere: "Debemos tener la suficiente audacia como para exprimir un sabor y multiplicarlo por cinco, o por diez. La conducta de Goro es la guía que nos marca el camino para conseguir tal milagro."



Además de la pasión por la gastronomía de Goro me emociona --casi diría que envidio-- su absoluta libertad. Pide cuanto quiere sin tener en cuenta lo que puedan pensar de él porque durante el momento de la comida es absolutamente feliz; reconoce cuando se equivoca al pedir ("demasiada sopa", "es poco arroz", "no debería haber pedido el último ramen"); es minucioso y exigente con el ambiente de los locales; habla sin tapujos de los precios, de las calidades, de las elaboraciones y, lo que es más importante, de sus sentimientos, sus recuerdos.

Si bien es cierto que nos quedamos un poco con las ganas de saber algo más del personaje (se esbozan algunos episodios relacionados con un amor frustrado), la esencia está en la cuestión culinaria, que es brillante. No hay una trama, más bien un finísimo hilo que justifica la sucesión de capítulos y de experiencias gastronómicos. Una lectura muy recomendable para los amantes de la cocina en general y de la gastronomía japonesa en particular.

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