estre

viernes, 9 de junio de 2017

Aparicio y Aranda, apellidos ilustres

Reconozco que soy más de salado que de dulce, lo que no implica que no haya momentos en los que apetezca un tocino de cielo, una milhojas de nata o una palmera glaseada... o unos huesos de santo, unas torrijas o un buen trozo de roscón de Reyes, cuando la fecha lo demanda. Y si hablamos de dulces en Málaga, los de la confitería Aparicio destacan por su "sabor antiguo". Antiguo de verdad, ya que su fundación data de 1941 por Alfonso Aparicio que, con anterioridad, había trabajado en La Imperial, una de las pastelerías históricas de la ciudad. El primer local lo abrió en la Plaza de Capuchinos nada menos y la segunda en la no menos emblemática Plaza de los Mártires (actualmente, por culpa del fin de las rentas antiguas se han mudado a unos metros, en la calle Santa Lucía). La tercera, en el Paseo de Reding, a escasos metros de la plaza de toros de La Malagueta. Y la última, en la céntrica calle Caldelería


Bienvenidos a la confitería más antigua de Málaga. Tan antigua que sigue llamándose confitería, término cada vez más en desuso. Puedo jurar que los escaparates lucen tal y como los recuerdo de mi infancia, cuando pasaba con mis padres por la Plaza de los Mártires en dirección a calle Ángel a casa de mi abuela Carmen o cuando bajaba con mis primos a comprar chucherías y una palmera de chocolate...

[Cigarrillos catalanes, napolitanas, empanadillas...]
[Sultanas de coco]

Los merengues de Aparicio --de fresa, de limón o de café-- son una institución en la ciudad (e imprescindibles en las meriendas familiares) son suaves por dentro y duros por fuera. El hojaldre --finísimo, casi etéreo-- de las barritas con almendra laminada es impresionante. Las torrijas en Semana Santa pasan por ser las mejores de la ciudad y, en palabras de mi amigo Josemi: "resucitan el alma"; los mantecados y roscos de vino (Moscatel, claro) en Navidad son una delicia de pura almendra, los huesos de Santo artesanos desde mediados de octubre son deliciosos, los borrachuelos (rellenos de cabello de ángel) y los bollos de aceite son los dulces más malagueños y aquí se elaboran como en pocos sitios, los cigarrillos catalanes también tienen fama, así como la bollería, las sultanas de coco, los tocinos de cielo, las palmeras... ¡y qué decir del roscón de Reyes!

[Roscos de vino]
[Torrija de miel]
[Huesos de Santo]

La Alcazaba, el Teatro Romano, la catedral --conocida como La Manquita porque le falta una torre-, la playa de la Malagueta, la casa natal de Picasso... ¡y comer churros de Casa Aranda! No exagero un ápice si defiendo que los de Aranda son los mejores churros de España... y no soy el único que lo piensa. A primera vista, nos damos cuenta de que los churros --del tipo de los que en Madrid llaman porras-- son ligerísimos, casi huecos, sin esa masa que los hacen tan pesados en todas partes... menos en Aranda, donde no te cansarás de comerlos.

[Chocolate con churros]

Fundada en 1932 por Antonio Aranda Cuenca (oriundo de Alhaurín de la Torre) en la calle Herrería del Rey, esta churrería destaca por la calidad de sus productos: el chocolate, los cafés, los churros... todo es excepcional. A medida que el negocio crecía fueron comprando los locales contiguos y los próximos y en la actualidad, Casa Aranda se compone por un conglomerado de espacios que ocupan toda la calle Herrería del Rey y parte de Guillén de Castro, en el centro histórico, en el corazón de una zona delimitada por calle San Juan, calle Nueva, Plaza de Félix Sáenz y el mercado de Atarazanas. Y desde hace poco disfrutamos de una nueva Casa Aranda, en la calle Santos --en el entorno Thyssen-- con el mismo aire de tradición y excelencia. 

El trasiego de camareros --de pantalón negro y camisa o chaquetilla blanca-- con bandejas de churros, tazas de chocolate caliente y lecheras con leche caliente y fría para los cafés es incesante. Pero no nos equivoquemos: este bullicio no es sinónimo de caos sino de vida y de punto de encuentro de malagueños --y cada vez más visitantes-- que antes o después del trabajo, las clases, las compras o la cita médica, acuden al emblemático local. Y así ya hemos llegado a las tres generaciones las que han pasado por sus mesas.

[Churros]

En Casa Aranda se elaboran los churros con una masa única, verdadera clave y secreto del éxito, que tiene su origen en un profundo conocimiento del producto y en un exhaustivo trabajo por encontrar lo mejor: "[...] Y ese secreto, en el caso de los churros, pasaba por utilizar la harina más adecuada. Así que antes de abrir su negocio, don Antonio se encerró durante meses -el historiador malagueño Jorge Jiménez habla de casi dos años- para dar con esa materia prima llamada a ser el santo y seña del negocio." (El secreto de los churros de Casa Aranda, Diario Sur, 31 enero 2015). Y con esa "masa mágica" se confeccionan esas enormes ruedas que se fríen en aceite vegetal y se cortan en porciones de unos 20-25 centímetros y 15-25 gramos de puro deleite.

[Terraza del nuevo local de Casa Aranda]

Siempre lleno, cualquier día del año y a cualquier hora, es especialmente agradable y reconfortante en mitad de una fría tarde de compras navideñas, el sábado por la mañana antes de ir al mercado y el Domingo de Ramos, entre la Pollinica y Lágrimas y Favores (si no, que se lo pregunten a mi tío José María).

Llegado a este punto y tras releer el principio de esta entrada, entiendo si no me creéis cuando digo que soy más de salado que de dulce... pero es que Aparicio y Aranda no son de este mundo.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué maravilla! Yo también soy más de salado que de dulce, pero aquí tengo que intervernir jaja. Doy fe sobre las torrijas y todavía más sobre los churros. En otro sitio que no sea Casa Aranda no me los como.
    Acabo de merendar pero me han entrado unas ganas de darle lametazos a la pantalla... ¡Mándame unos churritos por correo urgente! ;P

    ResponderEliminar
  3. Si yo hablara ,cambiaria,todo este articulo

    ResponderEliminar