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jueves, 15 de octubre de 2015

Más gastrorrecuerdos de mi infancia

Se dice que el comer y el rascar, todo es empezar... yo añadiría que también, el recordar. Desde la publicación, hace unas semanas, de la entrada titulada Gastrorrecuerdos de mi infancia, no he hecho otra cosa que seguir acordándome de y comentando con familiares aquellos recuerdos y recuperando otros recuerdos que comparto con vosotros.

Tortillas de bacalao
El primer gastrorrecuerdo ocurría los sábados por la tarde, en esas visitas que hacíamos a los abuelos. Las tortillitas de cacaala (así es como yo las pedía) eran una de las especialidades de mi abuela Dolores, la madre de mi padre, y yo se las reclamaba (a mis cuatro añitos) cada vez que llegaba a su casa. Esponjosas por dentro, crujientes por fuera, es uno de los sabores que no he conseguido recuperar desde aquellos primeros años ochenta.  

[Créditos de la imagen: Iglesia en Valladolid | Flickr Creative Commons]
La guerra dominical
El segundo momento que traigo tenía lugar el día siguiente, el domingo a mediodía, cuando mi abuela Carmen, la madre de mi madre, venía a casa a dar cuenta de esa paella que se antoja obligatoria en todas las familias españolas durante el fin de semana. Curiosamente a mí no me gustaba y montaba un berrinche para evitar comer arroz amarillo. Mi única defensora: mi abuela. Tras mucha lucha, semana a semana, consiguió que mi madre cediera y sustituyera mi plato de paella por unos pinchitos morunos con patatas... ¿sabéis qué pasó? Que a las semanas, empecé a demandar "una tapita de paella" antes de los pinchitos. Mi dilema: disfrutar de la paella (ahora que no er una obligación se había convertido en un placer) sin renunciar a los pinchitos. Al final, lo logré. Mejor dicho: lo lograste, abuela.

Vestido de pinche
Cambiamos de casa, seguimos en familia. Le toca el turno a la casa de mi tía Chon (excelsa cocinera y amante de la buena cocina que ha prometido acompañarme en una próxima experiencia en el Restaurante Dani García). Siempre que íbamos a visitarla, llegaba la hora de picar algo. Mi labor era la de ayudante de cocina y camarero. Para tal fin iba a la cocina y mi tía (modista de profesión) me vestía con dos bolsas de plástico: una a modo de gorro y otra a modo de delantal. De tal guisa, el pequeño José Ramón aparecía en el salón llevando platos, colocando cubiertos y llevando las bebidas.

[Créditos de la imagen: Santiago F.G. | Flickr Creative Commons]
Boquerones, sí; anchoas, no
Ahora nos quedamos en casa. Mi padre siempre insistió en que probara todo antes de juzgar con un me gusta o no me gusta cualquier comida. No aceptaba que dijera que no me gustaba alguna comida sin antes haberla probado. Puedo garantizar que he aprendido la lección. Una de las comidas en las que tuvo que insistir mi padre más para que yo la probara fue los boquerones en vinagre. No recuerdo por qué me resistía a probarla. Y él, erre que erre, hasta que lo consiguió. Desde entonces, siempre contaba que se había arrepentido de haberlo hecho porque cada vez que mi madre los preparaba (con mano magistral, todo hay que decirlo) mi padre se encontraba un competidor en mi persona a la hora de devorarlos.

De eso aprendió mi padre y con las anchoas (una de sus grandes pasiones) no insistió tanto... diría yo que no insistió nada ante mi negativa. Se había quitado de en medio un potencial competidor. Boquerones, sí; anchoas, no.

[Homer Simpson]
Una piscina de gazpacho
Este gastrorrecuerdo es de mi padre y, de tanto haberlo compartido conmigo, lo he hecho mío (de lo que pueden dar fe mis alumnos, que me habrán escuchado contarlo en clase). Mi padre siempre me decía, especialmente en los meses veraniegos: "mi sueño es bañarme en una piscina de gazpacho. ¿Te imaginas nadar en una piscina de gazpacho? Y mientras nadas, abrir la boca y comerte los tropezones de pepino, pan, pimiento... Me encantaba que me lo dijera y lo visualizaba, os lo juro. Desde entonces, cada vez que veo a Homer Simpson en la nave espacial, flotando y comiendo patatas fritas, me acuerdo de la anécdota de mi padre.

2 comentarios:

  1. ¡Estupendo!. Y comparto la pasión por los boquerones en vinagre. No puedo parar cuando empiezo...jajajajaja

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  2. Gracias por tu comentario, Mari Carmen :) Los boquerones en vinagre son una delicia, efectivamente.

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