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miércoles, 2 de enero de 2019

Gastroletras de Lindsey Davis

La plata de Britania es la primera novela que la autora inglesa Lindsey Davis escribió con el detective Marco Didio Falco como protagonista. Las novelas --veinte, hasta la publicación de Némesis, la última de la serie, en 2011-- tienen como trasfondo histórico la Roma del emperador Vespasiano. En la novela que nos ocupa, las referencias gastronómicas se cuentan por cientos, pero nos hemos querido parar en el uso que hace la autora británica de la comida como elemento de comparación, puesto que nos ha parecido muy divertido a la par que poético. Veamos algunos fragmentos:
(1) Para salvarlo de la indignidad de que una mujer lo estrujase hasta convertirlo en pulpa de fruta.
(2) El más corpulento de los dos intentaba arrancarme las amígdalas con la tenaz eficiencia con que un pinche de cocina pela guisantes.
(3) ¡Me encantaría abrirlo como a un pollo entrometido, deshuesarlo y depositarlo en una parrilla al rojo vivo!
(4) Suponía que al llegar quedaría aplastado como un cascarón de huevo bajo la pesada bota de un guardia.
(5) Sosia llevaba un vestido rojo con el dobladillo adornado con una trenza color ciruela.
(6) Por debajo el tono de su piel era blanco pétreo como el del alabastro. Era ella, pero jamás sería ella misma. No había luz ni risa, sino un estuche inmóvil y blanco como un cascarón de huevo. Aunque era cadáver yo no pude tratarla como a un cadáver.
(7) En comparación con Hilaris, mi cliente Camilo Vero no era más que una ciruela pocha
(8) Me volví a medias: se trataba de la joven envarada que tenía a la niña en la falda. Sus ojos semejaban caramelo quemado en un rostro cual una almendra amarga. Lucía aretes de oro de los que colgaba una fina cuenta de coralina. De repente la iluminé: era Helna, la hija del senador.
(9) Yo era un tronco derribado que flotaba en una sopa de cebada tibia, aunque apenas podía mover los brazos  las piernas porque tropezaba con los granos; me había atiborrado de zumo de adormidera para calmar el dolor.
(10) Bajo el crepúsculo sus ojos habían adquirido el color de la miel vieja: los últimos restos que se esconden fuera del alcance de los dedos en el fondo del tarro.
(11) Una luz color champiñón cubría de copos los tejados de los templos o titilaba en los surtidores de las fuentes.
(12) Está blando como las natillas. El muy imbécil ha vuelto a enamorarse.
(13) Le dirigí una mirada desorbitada y perversa con la que daba a entender que en un almacén de pimienta podíamos hacer cosas que tenían su propio picante. Helena se puso seria. Carraspeé sensatamente. Se levantó para irse.
 (14) La única posibilidad de moverse consistía en abrirse paso realizando contorsiones musculares en medio del gentío, como una comida que discurre en el interior de una serpiente.
(15) Apenas tuve tiempo de descender calle abajo y aplastarme contra el carro destartalado porque el hombre salió del almacén como una semilla de altramuz que revienta
(16) Bastaría con que cualquiera de los dos hiciese un movimiento para que Camilio la rebanara como a un jamón hispano.
(17) Estaba de pie junto a la barandilla y miraba hacia fuera, pero se volvió en cuanto hablé: ojos como caramelo líquido en un rostro almendrado y cremoso.

Lindsay Davis, La plata de Britania, 2006

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